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Sumaj Orcko. Un cerro ya no tan rico... [Febrero 2011]

Pasan los días, y sigo sin mi post de Potosí. Comienzo a desesperarme, si bien nadie me apura, para esta fecha ya quería tener terminado mi relato sobre Bolivia. Avanzo con mi escrito, pero con complicaciones, algo de esta ciudad me bloquea. 

Doy vueltas escribiendo sobre el poco tiempo que le dedique, y la cantidad de sitios que no visité, pero mientras avanzo, algo me frena, comienzo a releer, y noto que en los últimos renglones, me puse reflexivo. Me pongo a pensar que el blog es de viajes, a más de uno, mis opiniones personales o sentimientos pueden no importarles (y esta bien que así sea), y pienso si incluir esto en el medio no alejara al lector. Termino comprendiendo que si me dedico solo  a realizar una guía de viaje, donde se detallen precios, alojamientos y lugares a visitar, en algo estaría fallando, esa frialdad no es la que quiero para mi blog. Decido no borrar todo, pero si, apretar un par de veces "Enter" y más abajo, volver a comenzar, dividiendo los relatos. 
Más adelante, cuando termine esta, publico la otra nota, donde ahí si, contare que hacer, visitar, como llegar, y mi experiencia en la ciudad.

Habíamos visitado Potosí un año y medio antes por un día, pero nos quedo algo pendiente: Subir a las minas.

Luego de una discusión en la agencia, llega la camioneta que nos llevará. Con ella nuestro guía, un ex minero, que después de un grave accidente, se retiro del trabajo, pero al no poder alejarse de la misma - si bien a veces vuelve al trabajo- se dedica al turismo.

En el camino, nos explica que en la actualidad, conseguir extraer plata del cerro resulta una tarea no solamente ardua, sino fortuita, resultando un gran afortunado quien encuentre una veta de este material. A diferencia de antaño, mientras este recurso se agota, el color plateado se sintetiza en la extracción de estaño.

La primer parada es en el deposito, donde nos brindan indumentaria, botas y un casco para realizar el ingreso. Mientras nos indican como funcionan, nos enseñan y ofrecen comprar distintos tipos de dinamita para realizar una demostración arriba de la montaña, y finalmente nos indican que como tradición, al ingresar en la mina, debemos llevarles regalos al "tío" y a los mineros: hojas de coca, cigarrillos, alcohol, o incluso dinamita, todos exhibidos y vendidos por ellos en esa misma habitación. No lo tomamos muy bien, ya que nadie nos dijo que tendríamos un gasto extra, e inclusive al estar ya ahí adentro, nos obligaban a comprarle a ellos, siendo que afuera podríamos pagarlo más barato. Aun así, llevamos algunos objetos, decidiendo que no sea alcohol para no fomentar que tomen (igual esto no les cambiaría en mucho su forma de vida, pero era lo mínimo que sentíamos que correspondía hacer). 
Luego de esto, ya vestidos nos dirigimos a los ingenios, donde nos muestran los distintos procesos para extraer los distintos minerales de la roca. Finalmente, nos fuimos a la mina.





Subimos al cerro, nuestro guía decide de utilizar la dinamita que compramos, realiza el armado,  y una vez terminado, la enciende. A diferencia de los dibujos animados, el tiempo en consumirse la mecha, permite que los mineros se alejen sin problema, en nuestro caso, que la tengamos en nuestras manos, saquemos fotos y filmemos. Luego de esto, seriamos sorprendidos con una explosión que no esperábamos sea de tal magnitud.

El guía, le dedicara esa dinamita al presidente de su país, a lo que me veo obligado a preguntarle ¿porque? y nos cuenta, que con suerte, la vida de un minero dura 50 años, pero contradictoriamente, la edad jubilatoria es a los 60, muy pocos pueden acceder a ella. Una de las promesas de Evo fue disminuir la edad jubilatoria, pasan los años, y los mineros lo siguen esperando. 



Ahora si, ingresamos a la mina. Las paredes de los túneles, un legado de la colonia, a pesar de sus antigüedad, me brindan seguridad de que allí por lo menos, estaríamos seguros.

Comenzamos a avanzar, caminamos sobre los rieles de los carros que entran y salen con mineral, comienza a subir el nivel de agua en el piso, así como la temperatura del ambiente. Por momentos, el camino se angosta, y la altura hace que tengamos que agacharnos para seguir avanzando, cada tanto, alguien pega un grito, nos pegamos a las paredes, y a toda velocidad, un carro pasa junto a nosotros. Toda esta combinación, hace que comience a comprender en carne propia, el sufrimiento de trabajar todos los días allí.

Desde pequeños, nos enseñaron (o si no lo hicieron, de algún lado lo sabemos) que abajo, en las profundidades de la tierra, en algún lugar llamado infierno, vive el enemigo de Dios. Diablo, Demonio, Satán, Lucifer, o tantos otros nombres, para describir a esa figura que representa los pecados, vicios, avaricia, la tentación, etc. Acá, en las minas, lo llaman simplemente: "El tío".

¿Será por que ellos se encuentran allí abajo? ¿Porque ese calor infernal del que tanto nos hablan, es la temperatura a la que pasan gran parte del día y de sus vidas? ¿Porque el alcohol y los cigarros que arriba tanto le critican al hombre de rojo, son sus compañeros? ¿Porque realmente están ahí abajo por el dinero? O será por el motivo que sea, pero contradictoriamente, para los mineros representa su deidad, aquel diablo es su Dios, y a él le construyen monumentos y santuarios, a él le piden encontrar esa veta de plata que los ayude a salir de la mina (o un mejor pasar económico a quien quiera quedarse), a quien le ofrendan cigarrillos, hojas de coca y alcohol, para que a cambio, les proteja la vida.

No soy creyente, pero respeto a los que si. Respeto también diferentes culturas y creencias, no se si comparto el modo de vida que llevan los mineros, pero les respeto a su tío, y ahora si, luego de conocerlo, creo que hice bien en llevarle esa ofrenda que nos dijeron que compremos. 





Ingrese con la ilusión de conocer una mina, con algo de intriga y sabiendo como se trabajaba allí, pero como quien lo sabe por leerlo en un libro o mirarlo por televisión, y realmente no niego que fui como cualquier turista, a sacar fotos y hacer algo que no realizo todos los días. Salí, preguntándome cuanto podría durar yo trabajando en esas condiciones. Y al mismo tiempo, convencido de que no muchos se preocupaban porque este trabajo mejore. Siglo XXI, y se sigue trabajando como en el XVI...

No se que pensar de la forma de vida de un minero. No se si respeto una vida rodeada de alcohol y tabaco. Pero por otro lado, todas mis opiniones quedan truncadas, ante los pensamientos de una vida plagada de pésimas condiciones, humedad constante, trabajo pesado, aspirar polvo, tierra y minerales todo el tiempo, de ver la muerte más de una vez en la vida, y sabiendo que por más que la esquives, difícilmente sea por más de medio siglo. No quiero decir que la comprendo, porque no es así. Podría decir que la respeto, pero que no me parece correcta.




Como conclusión, visitar Potosí, es visitar la imagen de la conquista, ese contraste de quienes ostentaban en la superficie, y quienes dejaban la vida bajo tierra para que ellos disfruten. Ver las innumerables iglesias, y ver las innumerables minas. Ver a los fieles devotos, y a los niños que aun hoy, siguen trabajando allí debajo. Muchos dirán que no, pero una parte de Potosí se quedo en la historia, y no precisamente en los templos, sino allí abajo, donde se realiza ese trabajo. Mientras que su forma de producción, permanece casi congelado en el tiempo, los rostros de sus trabajadores, parecen envejecer más deprisa.

Al mismo tiempo, ver Potosí, es ver ese cerro, "Rico", pero cada vez más pobre. Donde a pesar de que crecen las exportaciones, hoy se gestan grandes proyectos para rescatar los desechos de la época de la colonia.

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